martes, 10 de febrero de 2015

Un aficionado más: el inicio de una pasión

Por Franky Tortosa

Son ya 31 años los que me contemplan, con todo lo que ello conlleva para lo bueno y para lo malo. ¿Lo bueno? Que ya tengo barba cerrada, ¿lo malo? Que siempre tengo la sensación de que me quedan cosas por hacer. Aún cierro los ojos y recuerdo mi infancia en Menorca, mucho más paraíso desde que no estoy allí, y si cierro aún más fuerte los ojos, también puedo recordar mi primer contacto con la Fórmula 1. Fue en 1991, y ese día por lo que fuera, mi padre después de un día de trabajo, apareció por casa con un pequeño y brillante monoplaza azul y amarillo de juguete dentro de una cajita en la que ponía en letras bien claras:



Nigel Mansell   Canon Williams-Renault Team (1991)


               
En casa, mis padres nunca han sido grandes aficionados al mundo del motor (ni pequeños tampoco), pero a pesar de ello, y al igual que a mis hermanos, nos llenaron de grandes valores que les agradeceré eternamente, y me enseñaron a valorar en su medida los regalos que recibíamos, así que dentro de las capacidades limitadas de un niño de 7 años, intenté averiguar quién era ese tal “Nigel” que tenía un coche tan raro descapotable y con las ruedas por fuera. No sabría decir cómo, porque mi memoria no abarca tanto, pero descubrí que no sólo no era un desconocido, sino que tras él había un mundo tan extenso y emocionante que desde entonces, la F1 siempre ha estado presente en mi vida, de un modo u otro, en mayor o menor medida, pero recordándome lo que un juguete puede hacer en la vida de un niño.

Soy un aficionado más, uno de los millones que abundan en cada rincón del mundo, y como tal, me gusta pensar que mi experiencia a lo largo de tantos años de seguimiento, me da un punto de vista bastante acertado sobre qué es la F1. Me sorprende ver que hay gente que es capaz de recordar detalles técnicos de todos y cada uno de los motores, escuderías, pilotos y grandes premios a lo largo de los años, cuando yo a duras penas soy capaz de recordar que pasó hace 2 o 3 temporadas. Supongo que esa gente sentirá más pasión que yo, o directamente tienen más memoria, porque sinceramente hay mil cosas que no puedo recordar y si, lo confieso, más de una vez me he quedado dormido viendo una carrera (sacrilegio!). Creo que eso me convierte en un simple seguidor, no en un purista, porque a veces tengo la sensación de que solo ciertas firmas de pedigrí pueden hablar de pleno derecho sobre la F1 esgrimiendo su memoria histórica como bandera y estandarte del motor escrito.


(Marc Gené, Minardi M02, 1999)

Me emocioné cuando supe que Marc Gené se subía a un Minardi en 1999, pensando que era la leche que un piloto español llegara a la F1, sin saber que ya había habido pioneros muchos años atrás, pero me daba igual, Marc Gené y Pedro Martínez de la Rosa estaban en mi edad de adolescencia (léase del pavo) y todavía noto el sabor de los mil bollos de cacao (no quiero hacer publicidad gratuita) que comí intentando conseguir sus pegatinas. Viví esa temporada y las siguientes con el placer de ver como una Fórmula 1 tiranizada por Ferrari y por Schumacher, acababa con la paciencia de los aficionados, porque donde los demás veían aburrimiento, yo veía maestría técnica y de pilotaje. Y entonces pasó, llegó Fernando Alonso de la mano Flavio Briatore, y llenó nuestras pantallas de nuestro querido deporte, un boom que pese a lo que odio a Telecinco, hizo que llegara a todos los hogares de España. Lobato y su sano fanatismo se convirtieron en la banda sonora de mil domingos que siguieron llenando mi mundo de ruido y olor a goma.


(Pedro Martínez de la Rosa, Jaguar, 2001)

Un juguete, ese es el comienzo de una pasión, y que hoy, con 31 años, y pese a ser consciente de que soy un anónimo en un mar de profesionales, me ha llevado a intentar transmitirla por escrito. Me dejo muchas cosas en el tintero que sería demasiado extenso contar, pero al igual que Bernie, seguiré fiel, como dije al principio, para lo bueno y para lo malo.

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