domingo, 15 de febrero de 2015

Un aficionado más: amor y motor

Por Franky Tortosa

Ya ha pasado San Valentín, un año más entre la ilusión de quienes lo viven con pasión y la desgana y pasividad de los que como yo, no tienen con quien ser cursi, aunque no por falta de ganas claro. La ausencia de alguien a quien regalar rosas, me ha llevado a pensar en lo curioso que resulta que el mundo del motor y las parejas, no siempre se lleven demasiado bien.

                -Cariño, ¿Vamos a tomar algo?
                -Hay carrera ahora, vamos más tarde mejor ¿Vale?

Este sencillo diálogo, imaginario por supuesto (…), es ejemplo significativo del que se repite en miles de hogares los domingos al medio día desde marzo hasta octubre. Supongo que habrá por ahí extrañas parejas que compartan el gusto mutuo por el incesante dar vueltas a un circuito, pero esas parejas, aunque sea sólo por pura envidia, no van a tener hueco en estas líneas. No, este artículo va dirigido a aquellas parejas que aun queriéndose, incluso siendo felices, los domingos se convierten en desconocidos, cada uno en una habitación y cada uno en una televisión. Unos porque no aguantan algo tan aburrido como una carrera, y otros porque no entienden cómo es mejor ver Cazamariposas o Corazón, Corazón.


Habréis observado que estoy intentando ser bastante neutro a la hora de dirigirme a algún género en concreto, que hoy en día este tema es muy sensible, y no quisiera herir susceptibilidades, puesto que se darán casos en ambos sexos.  Lo más llamativo de esto, es que ambos bandos, intenta reclutar para sí al “enemigo”, esgrimiendo sus razones y argumentos para desbancar al otro, y luchar a muerte por la supremacía reflejada en la victoria que supone poder ver el programa elegido en la televisión grande del salón.

                -De verdad no puedo entender cómo te gusta esto, si no hacen nada, sólo dan vueltas, no se adelantan ni nada y además las carreras son muy largas, me aburro.
                -Y yo no entiendo cómo puedes ver esos programas de corazón, son de cotilleo, ni que te interesase la vida de los demás…

Es la guerra, en casa, pero la guerra. Una guerra con un solo derrotado, el amor al deporte del motor, porque seamos sinceros, los que amamos este deporte, nunca lograremos entender cómo puede haber gente que no entienda la emoción que supone ver a 20 coches dar vueltas, a veces sin adelantarse, es verdad, pero que nos supone 2 horas de desconexión de todo.

El caso es que, por mucho que se diga, se intente, se pruebe, se luche y se maldiga, nunca o casi nunca podremos convencer al “enemigo”, hay que ser realista, la mayoría vamos teniendo una edad, y nos cuesta cambiar e incluso a veces entender a los demás. Cómo mucho, podemos hacer un pequeño acercamiento solidario, por puro interés en los gustos de tu media naranja, y casi siempre ese acercamiento acaba con algo parecido a:

                -¿Cómo va Alonso? Es ese de rojo ¿No?
                -Está remontando, ¡menudo carrerón!



                Así que resumiendo, existe el amor, existe el amor al motor, y en extraordinarios casos, son combinables. Pero si os ha pasado cómo a mi, y los domingos al mediodía os convertís de repente en una especie de preso solitario recluido en la tele de la habitación viendo carreras aburridas, no os preocupéis, no estáis solos, somos legión. Y si queremos compartirlo con nuestras parejas, no queda otro remedio que esperar a que Telecinco se decida a comprar lo que queda de Marussia y pongan a Belén Esteban al volante, entonces si, los dos disfrutaremos sentados juntos en el sofá. La televisión del salón será por fin, portadora de un tratado de paz.


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